Todo para Bebe: Criar sin azotes: nuestros padres y nuestros hijos

miércoles, 21 de julio de 2010 |

Todo para Bebe: Criar sin azotes: nuestros padres y nuestros hijos


Criar sin azotes: nuestros padres y nuestros hijos

Posted: 21 Jul 2010 12:27 PM PDT

niño se tapa la cara

Comencemos por el principio. Si deseamos criar a nuestros hijos sin azotes, sin gritos y sin castigos debemos analizar la forma en la que nos educaron y abrir el corazón a el niño interior para recuperar los sentimientos y pensamientos que teníamos entonces.

Nosotros, de niños, sufrimos si nos pegaron, aunque fuera un azote. Por supuesto que sufrimos. Cuando nos menospreciaron o impusieron obediencia sin explicaciones, sufrimos. Sufrimos cuando, llevados a una situación incompatible con las necesidades naturales de los niños, nos “portamos mal” y nos llevamos un grito o un pescozón por ello. Sufrimos porque ningún niño merece que se le trate de manera menos respetuosa que un adulto, sus derechos son los mismos y ellos, si nadie les priva de esa idea, están convencidos de ello.

¿Hemos asumido que nuestros padres se equivocaron cuando utilizaron los azotes y los gritos de manera consciente o por falta de recursos? No es un paso sencillo pero es indispensable, si consideramos que el niño que erámos merecía ese trato entonces estamos condenados a repetirlo con nuestros niños. Pero si somos capaces de asumir que aquella no es la forma en la que deseamos que crezcan nuestros hijos y hemos decidido usar herramientas como la empatía y el respeto estamos en buen camino.

Existen herramientas que nos pueden permitir controlarnos cuando el niño nos tiene desbordados y sentimos una rabia que asciende por la garganta, nos llena la cabeza de latidos intensos y nos hace explotar. Nosotros somos los responsables de nuestra falta de autocontrol, no el niño, pues precisamente ellos no actuan para hacernos enfadar en las relaciones emocionalmente sanas.

Los niños son niños, tienen necesidades diferentes a nosotros los adultos, ritmos y reacciones normales en ellos. Y desean ser amados, cuidados, escuchados y atendidos por nosotros. Las situaciones que viven pueden hacerles actuar de manera molesta y hasta incorrecta moralmente o peligrosa, pero nuestra función primordial no es la punitiva, sino la educativa, y sobre todo, somos los responsables de conseguir para ellos ambientes y entornos naturalmente adecuados para ellos.

Cuando un padre o una madre sienten esa ira ascendente descargan en el niño una frustración y un enfado intenso, pueden notar esa violencia interna que solamente se calma cuando el niño se rinde y llora. La mano no se escapa para dar un azote llena de amor y ternura, se escapa enfurecida y harta. Demasiado. Si no fuera así no perderíamos el control.

Me pregunto a veces si es que estamos vengando del dolor de nuestro niño interior en el hijo y solamente nos sentimos saciados cuando le vemos llorar como llorábamos nosotros?

Volveremos a esta cuestión en temas siguientes, pues este enfado que se desencadena cuando estamos sobrepasados y toma las riendas de nuestras acciones podemos domarlo, controlarlo y buscar estrategias de vida y hasta trucos para mantenerlo controlado.

Pero antes quiero analizar un poco mejor la causa fundamental por la que los padres comienzan a usar el azote: las rabietas. Los niños de aproximadamente dos o tres años, como nuestro pequeño del ejemplo del supermercado, tienen rabietas.

Estas no son un recurso para reclamar lo que piden en ese momento, la chuchería o los brazos. El detonante puede ser cualquier cosa, que quiere beber en un vaso de otro niño, que no le gusta la merienda que le hemos dado, que hemos quitado el tapón de la botella cuando querían quitarlo ellos, o simplemente que no nos acordamos del la letra de una canción. Todas esas situaciones las he vivido con mi hijo o con hijos de mis amigos, y la razón real de la rabieta nunca era esa.

Un niño con una rabieta pide una cosa muy importante, indispensable para él, algo que no hemos sabido darle cuando le era necesaria: la atención. El malestar es tan grande que explota en un terremoto de emociones desatadas, y usualmente se mezcla además con una necesidad física que nosotros, los adultos responsables de su bienestar, no hemos previsto: hambre, sueño, agotamiento, sed…

Cuando un pequeño tiene una rabieta lo que necesita es amor. El motivo es lo de menos, la rabieta reclama nuestra atención consciente, centrada, abierta y sin juicio. La rabieta pide amor y debemos saber darlo del modo que el niño precise: con un abrazo, con brazos, con cercanía o a veces con la presencia pero sin tocar o mirar siquiera. Una vez pasa la rabieta y el niño, tarde un minuto o diez, ha sacado toda la carga emocional, la adrenalina y la tensión acumulada, estará preparado para recibir todos los mimos que antes quizá no le dimos.

Llegados hasta aqui ya no parece tan imposible aprender a criar sin azotes y sin perder el autocontrol. Veremos, como os he prometido, muchas estrategias de prevención que nos van a ayudar a conseguir manejar mejor nuestras emociones negativas y ofrecer una educación más empática a nuestros hijos.

En Bebés y más | Es posible criar sin azotes, Educar con respeto, Las consecuencias de los azotes




Viajar en coche con bebés: cuando no paran de protestar

Posted: 21 Jul 2010 05:00 AM PDT

Bebé llora en el coche

Seguimos adelante con nuestro especial de Bebés y más sobre viajar en coche con bebés, y hoy vamos a dedicarnos a uno de esos apartados para los que a menudo nos cuesta tener una solución ágil y eficaz. Se trata de viajar en coche con bebés que no paran de protestar en todo el camino.

Sobre cuidar a un bebé que llora mucho ya está hablando estos días nuestra compañera Mireia Long, por lo que en esta entrada vamos a dedicarnos a focalizar ese problema dentro del coche, cuando se produce mientras realizamos uno de nuestros desplazamientos.

Y es que, si en cualquier situación cotidiana el llanto de un bebé puede resultar desesperante, ese mismo llanto escuchado una y otra vez dentro de un espacio pequeño y cerrado como es un coche puede dar lugar a un verdadero riesgo para nuestra seguridad y para la del bebé. No sería la primera vez que un conductor se desespera tanto por el llanto de un bebé que pierde de vista la carretera y acaba sufriendo una colisión del todo evitable, así que lo mejor es comprender qué es lo que ocurre con el pequeño y cómo evitar llegar a situaciones de difícil resolución.

Para empezar, debemos entender una cuestión básica, y es que el llanto del bebé forma parte de la muy poco desarrollada capacidad de comunicación que tiene el pequeño. Hasta que aprenda a llamar la atención de otra manera y acabe pidiendo las cosas por favor, el lloriqueo, los pucheritos y hasta el llanto más desgarrador constituyen su vocabulario, así que hay que comprender que cuando el bebé llora es como si nos hablase, de ahí que en el título de este texto aparezca el verbo “protestar” y no simplemente “llorar”.

A planteamiento subjetivo, respuesta objetiva

También sabemos que ante un bebé al que le da por entablar conversación, tenemos que repasar nuestras respuestas básicas de libro: alimentación, higiene, temperatura, comodidad y afecto, porque normalmente esos van a ser los temas de conversación que nos va a proponer el bebé. Cualquier cambio que se produzca a su alrededor le va a incomodar, así que nos va a comentar sus pensamientos con todo lujo de detalles para que estemos informados de lo que pasa por su mente.

Y por lo general cuando viajamos en coche con el bebé nos vamos a encontrar con que él se enfada porque, desde su punto de vista, al ponerlo en el asiento infantil le estamos desatendiendo en cuanto a las necesidades afectivas y muy posiblemente en lo que se refiere a la comodidad, y es que por confortable que resulte un sistema de retención infantil, nunca se le puede comparar a unos buenos brazos en los que descansar. Desde su punto de vista.

Pero, claro, como ya sabemos, la única forma de cuidar adecuadamente al bebé cuando viaja en coche es sentarlo en un sistema de retención infantil apropiado, así que vamos a tener que conseguir que aprenda que eso es lo mejor para él… y lo vamos a hacer dialogando. Pararemos el coche en un lugar seguro, iremos con nuestro bebé. Un cálido abrazo, unas palabras tranquilas… y en cuanto empiece a estar más calmado, lo vamos a volver a colocar en la sillita explicándole que es por su bien, que lo vamos a sentar allí y que le vamos a abrochar los tirantitos estos tan bonitos que lleva la silla. ¿Ves qué bien?

Y vuelta a empezar

Y el bebé volverá a protestar, claro. Estará dispuesto a argumentar de todas las maneras que se le ocurran que él lleva razón y que somos nosotros los que estamos equivocados. Pero nosotros sabemos que él tiene que viajar en el asiento infantil porque si no su vida corre peligro, así que vamos a tener que estar preparados para el debate.

El cerebro humano aprende por repetición. De la repetición de una secuencia que estamos aprendiendo pasamos a la costumbre de seguirla paso a paso y más tarde llegamos a integrar el hábito por el cual realizamos algo sin casi ser conscientes de ello. Por poner algunos paralelismos, acordémonos de aquel “4×5=20, 4×6=24, 4×7= 28” con que de pequeños deleitábamos a cualquier familiar que nos quisiera escuchar mientras nos aprendíamos las tablas de multiplicar. Primero las declamábamos cálculo por cálculo, luego poco a poco comentábamos en voz baja aquellas operaciones sueltas, como la del “8×7=56”, que más nos costaba recordar, y finalmente ya no nos era necesario repetir nada porque lo habíamos integrado. Y lo mismo nos pasó con los fatídicos verbos irregulares en inglés. Del “sing sang sung” y compañía ya no queda nada si somos capaces de preguntar espontáneamente “Who sang that song in those commercials?”, por ejemplo.

Pues sí, el aprendizaje que haga el bebé va a tener que ser por repetición pura y dura. El mensaje “Para ir en coche tienes que viajar en la silla” se va a contraponer a su mensaje “Paso de sillas, te quiero a ti” y así va a ser la cosa hasta que, poco a poco, él vaya comprendiendo que por el hecho de viajar en un asiento infantil no le queremos menos. Pero para conseguirlo, tenemos que seguir una pauta inamovible, una secuencia que se repita siempre en el mismo orden:

Pararemos el coche en un lugar seguro, iremos con nuestro bebé. Un cálido abrazo, unas palabras tranquilas… y en cuanto empiece a estar más calmado, lo vamos a volver a colocar en la sillita explicándole que es por su bien, que lo vamos a sentar allí y que le vamos a abrochar los tirantitos estos tan bonitos que lleva la silla. ¿Ves qué bien?

Si esa es nuestra pauta, la solidez de nuestro discurso y, lo que es más importante, que el bebé comprenda que esas son las reglas del juego y las interiorice como tales va a depender de que seamos fieles a esa pauta. En el momento en que introduzcamos un cambio en la secuencia… él no va a entender nada, el cambio le va a pillar desprevenido y va a sentirse muy inseguro, así que quizá nos lo haga saber con su particular forma de expresión. Y además, es muy probable que lo que hayamos hecho hasta el momento no sirva de nada, así que más vale que seamos cuidadosos.

Y todo, a su ritmo

Pero si importante es respetar la pauta, respetar el ritmo de aprendizaje del pequeño resulta imprescindible, y es que no va a adquirir el hábito de viajar en su asiento infantil hasta que no aprenda que esa es la forma de viajar en coche, por lo que si intentamos acelerar el proceso con enfados, riñas o discusiones, o no dejando que él se exprese cuando le hayamos explicado (por quincuagésima vez, lo sé) lo bonitos que son los tirantitos de la silla, lo único que haremos será dificultar su proceso de aprendizaje.

Lógicamente, si ponemos todo esto en el contexto de un viaje en coche, alguno de los presentes dirá que todo esto está muy bien, pero que hay unos horarios que cumplir y que nos esperan a tal o cual hora en tal sitio. Y seguramente tendrá razón, pero eso no va a hacer que el bebé se sienta mejor, así que sintiéndolo mucho vamos a tener que prescindir de esa aportación razonadísima y seguramente acertadísima, pero que no pinta demasiado en todo este proceso.

¿La solución para estos casos? Prever el ritual que nos espera y salir antes de casa para evitar que nos cojan las prisas por el camino. No hay otra: si el bebé no entiende de más horarios que los que le marca el cuerpo, ¿cómo vamos a pasarle la presión de saber que tenemos que llegar a tiempo a nuestro destino? ¿Acaso tiene sentido?

Foto | eyeliam
En Bebés y más | Viajar en coche con bebés, Cuidar a un bebé que llora mucho sin perder los nervios

El detalle del club

En el Club Opel Meriva de Bebés y Más, proponemos un espacio donde compartir las ideas, experiencias y promociones relacionadas con el coche como un vehículo para la familia. Permanece muy atento a esta sección y tendrás acceso a toda la información que necesitas sobre niños y bebés como factor decisivo a la hora de comprar un coche.Una página que pretende aportar contenido valioso para todos los padres que estén en la complicada situación de elegir un buen coche para viajar cómodo y seguro con los más pequeños.



Prevenir la obesidad desde la familia

Posted: 21 Jul 2010 01:00 AM PDT

comidafamilia

Si hay un ámbito importante en el que podemos actuar para prevenir la obesidad de nuestros hijos, ése es la familia. Además, la familia suele estar implicada en muchas de las intervenciones llevadas a cabo, tanto en la comunidad como en las escuelas y centros sanitarios.

Porque para la tarea de prevención de la obesidad en los niños, uno de los mayores males en la salud de los pequeños, se debe implicar toda la sociedad, la familia, la escuela, la sanidad…

Distintas intervenciones llevadas a cabo en Estados Unidos dirigidas a padres y madres para mejorar la dieta y aumentar la actividad física muestran cambios y mejoras en el índice de masa corporal de los menores y en la dieta y en la actividad física de toda la familia.

Las recomendaciones expuestas en la "Guía de Práctica Clínica sobre la Prevención y el Tratamiento de la Obesidad Infantojuvenil", que forma parte del programa de guías del Sistema Nacional de Salud y se desprenden de investigaciones y aplicaciones prácticas anteriores son:

  • La necesidad de implicar a padres y madres en los programas orientados a mejorar la dieta y aumentar la actividad física para prevenir la obesidad.
  • Se requieren programas educativos dirigidos a la familia para fomentar un estilo de vida saludable, incidiendo en la alimentación sana, la formación para la comprensión de la información nutricional en el etiquetado de los alimentos y la promoción del ocio activo.
  • Se recomienda implicar a los niños y las niñas en la compra de los alimentos y el fomento de técnicas culinarias simples. Hacerles partícipes de las comidas desde su planificación y preparación.
  • Se recomienda que los niños y las niñas realicen comidas regulares, con la presencia de la familia y sin elementos de distracción (como la televisión).

Son pautas algunas muy sencillas de realizar y de las cuales os hablamos frecuentemente en Bebés y más, como de la importancia de comer en familia. Y que necesitan la implicación de todos para prevenir la obesidad desde la familia y formar en nuestros hijos unos hábitos saludables.

Vía | Guía Salud
Foto | jk+too
En Bebés y más | El bajo consumo de fruta en los niños puede causar enfermedades. ¿Qué hacemos los mayores?, Campaña europea para una dieta sana: “¡Come, bebe, muévete!”, El sobrepeso y la obesidad son factores programados por agentes medioambientales




Los lácteos en la alimentación infantil: la leche de vaca

Posted: 20 Jul 2010 09:00 PM PDT

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La leche es un alimento líquido con una elevada proporción de agua y una composición de glúcidos, lípidos y proteínas bastante equilibrada que contiene una importante cantidad de sales, vitaminas y enzimas. Se trata de un alimento con proteínas de alto valor nutritivo y de una importante fuente de calcio.

La leche forma parte del grupo de los lácteos, que juegan un papel importante en la alimentación de los bebés y los niños. Durante el primer año constituye el alimento principal (teniendo en cuenta que a partir de los seis meses se empiezan a ofrecer nuevos alimentos que aportan nuevos sabores y diferentes concentraciones de nutrientes), aunque no como la conocemos. Los bebés amamantados toman leche materna, que es bastante diferente de la leche de vaca de la que aquí hablamos y los bebés que no son amamantados deben tomar fórmulas adaptadas que provienen de la leche de vaca, ya que ésta sería altamente perjudicial para ellos.

Como digo, la leche de vaca no es un alimento apto para lactantes (lactante: bebé de 0 a 12 meses) porque tiene efectos adversos sobre el estado nutricional del hierro, contiene muchos solutos, que producen una excesiva carga renal y tiene un contenido bajo en ácido linoleico, cinc, vitamina C y niacina, además de una elevada proporción de ácidos grasos saturados.

Además, la leche de vaca es altamente alergénica y el riesgo de desarrollar hipersensibilidad a las proteínas de la leche de vaca disminuye muchísimo a partir de los 12 meses, cuando el intestino de los bebés es mucho menos permeable y deja de absorber moléculas que meses antes pasaban fácilmente al torrente sanguíneo produciendo alergias.

La carga renal de solutos en la leche de vaca

La leche de vaca tiene un alto contenido en proteínas (nada menos que el triple que la leche materna) y sales minerales, por ello los lactantes que toman leche de vaca entre los 6 y 12 meses (por suerte cada vez menos, aunque en 1987 lo hacían el 40% de los niños de 6 meses y el 75% de los de 9 meses) llegan a tomar entre un 20 y un 100% más que los lactantes alimentados con leche de fórmula y entre 2 y 3 veces más de la cantidad adecuada para los bebés de esta edad.

Este exceso de proteínas, sumado al exceso de sales minerales, hacen que se produzca una sobrecarga renal de solutos. En condiciones normales, un lactante mayor tiene pocas dificultades para excretar la carga renal de solutos, pero en situaciones en que haya una ingesta reducida de agua o si las pérdidas de agua son elevadas (fiebre, alta temperatura ambiente, diarrea,...), las dietas con alta carga renal de solutos ayudan a que la deshidratación se produzca más rápidamente.

Para verlo más gráficamente, mientras que un lactante alimentado con leche de fórmula podría necesitar 5 ó 6 días para perder el 10% del peso corporal, un niño alimentado con leche de vaca podría necesitar sólo 2 ó 3 días para llegar a la misma situación.

La leche de vaca y las grasas

La composición de los ácidos grasos de la leche de vaca es muy diferente al de la leche materna. La leche de vaca contiene ácidos grasos de cadena corta que irrita el tubo digestivo de los bebés y que incluso llegan a inhibir la función eritropoyética (generación de glóbulos rojos) de la médula ósea.

Tiene también más ácidos grasos saturados de cadena larga, que provoca una peor absorción y un mayor efecto hipercolesteremiante y es deficitaria en ácido linoleico, ácidos grasos esenciales y en poliinsaturados de cadena larga.

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Lo cierto es que estas características, y el observar que en algunos estudios realizados a lactantes de 12 meses que tomaban leche de vaca se hayan evidenciado valores significativamente elevados de colesterol total y de LDL-colesterol (el llamado colesterol malo), hacen que haya controversia acerca de la cantidad de grasas que deben ingerir los niños y, sobretodo, acerca del tipo de leche que deben tomar.

La recomendación actual es la de no limitar la ingesta de grasa hasta al menos los 2 años, por el temor a que dicha limitación afecte al crecimiento. Además, los lácteos desnatados no se recomiendan pues no contienen ácidos grasos esenciales, son deficientes en vitaminas y cargan demasiado a los riñones, pues tienen muchas proteínas para la poca energía que aportan.

Entre la leche entera y la desnatada puede encontrarse la leche semidesnatada. La OMS la acepta a partir de los 12 meses, pero sugiere continuar con la entera, por aportar más calorías. Quizás lo más adecuado sería empezar a tomarla a partir de los 24 meses de edad.

Importancia del calcio en la alimentación infantil

El calcio es importante en la alimentación infantil porque es necesario para la formación y mantenimiento del esqueleto y de los dientes. Además es necesario para el correcto funcionamiento del sistema muscular y del sistema nervioso.

El 99% del calcio se encuentra en los huesos y pasa de suponer 30 g en el recién nacido a 1.200 g cuando la persona es adulta.

Se recomienda una ingesta diaria de calcio de 400 mg en los primeros seis meses, de 600 mg en el segundo semestre, de 800 mg en el período que comprende los 12 meses y los 10 años y 1.200 mg durante la adolescencia. Esto equivale a entre dos y cuatro raciones de lácteos al día, según la edad.

La leche de vaca y el estado nutricional del hierro

La leche de vaca afecta de un modo importante al estado nutricional del hierro por diversos motivos:

  • Tiene un contenido muy bajo en hierro, por lo que es fácil que un exceso de ingesta produzca un déficit (si los niños toman mucha leche, comen menos de otros alimentos con más contenido en hierro) y, teniendo en cuenta que la leche es líquida y que muchos niños siguen con el biberón durante años (más fácil de tragar que en vaso), son demasiados los niños que llegan a beber más de un litro de leche al día, a todas luces excesivo si además sumamos yogures, natillas y similares y si tenemos en cuenta que cuando son pequeños es suficiente con dos raciones lácteas al día (500 ml o dos yogures).
  • Reduce la biodisponibilidad del hierro procedente de otros alimentos y tiene factores inhibidores de la absorción del hierro. No sólo tiene poco hierro, sino que además tiene la capacidad de alterar la biodisponilidad del hierro que llega de otras fuentes, haciéndolo menos útil para el cuerpo y de dificultar la absorción de dicho hierro. Esto no quiere decir que no haya que tomar leche, sino que si se toma demasiada, se ingiere poco hierro y el poco que llega de otros alimentos se absorbe peor.
  • Tiene tendencia a producir hemorragias intestinales. El consumo de leche de vaca, sobretodo en los primeros meses de vida, puede producir pérdidas de sangre gastrointestinal. Esto hace que el riesgo de anemia sea alto en los bebés. Las hemorragias intestinales parecen ir desapareciendo progresivamente entre los siete meses y medio y los 12 meses de edad.

Por todas estas razones se recomienda no ofrecer leche de vaca hasta al menos los doce meses de edad. Si el bebé es amamantado, no hace falta que tome dicha leche hasta más adelante, aunque, evidentemente, no pasa nada si la toma (a veces en forma de batidos, con cacao o similares). Si el bebé toma leche artificial, puede empezar a tomarla a partir de los doce meses, aunque personalmente me parece más lógico que empiecen a partir de los 18 meses, ya que las fórmulas adaptadas tienen menos proteínas y más hierro.

Fotos | adjustafresh, Tambako the Jaguar en Flickr
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