Todo para Bebe: La posible relación entre la vacuna de la gripe A y la narcolepsia

jueves, 19 de agosto de 2010 |

Todo para Bebe: La posible relación entre la vacuna de la gripe A y la narcolepsia


La posible relación entre la vacuna de la gripe A y la narcolepsia

Posted: 19 Aug 2010 11:37 AM PDT

vacuna gripe A

Se ha determinado el fin del peligro de la pandemia de gripe A, que ha pasado con más suavidad de lo que las primeras amenazas hacían temer, pero ha habido una campaña de vacunaciones masivas bastante controvertida. Ahora ha surgido una nueva investigación, abierta por la Agencia del Medicamento de Suecia, al relacionar la vacuna con al menos seis casos de narcolepsia en ese país.

Aparentemente seis médicos han reportado casos de narcolepsia nuevos producidos al poco de realizarse la vacunación y parece indicar que puede tratarse de un efecto secundario hasta ahora desconocido. No hay hasta ahora pruebas de la relación directa entre la vacunación y la narcolepsia, pero el haberse desarrollado se considera necesario abrir una investigación más profunda.

La Agencia Sueca del Medicamento ha empezado a pedir información a otros países, para coordinar una investigación más extensa a nivel europeo, donde se calcula que se han vacunado 30 millones de personas. En Francia también se está investigando al haberse reportado un aumento evidente de casos de narcolepsia en niños y adolescentes.

Seguiremos atentos a las investigaciones y avances en este campo, pues la posible relación entre la vacuna de la gripe A y la narcolepsia en niños y adolescentes.

Via | L’Express.fr
En Bebés y más | Embarazo y gripe A: síntomas y consejos, Gripe A: los niños y las embarazadas serán los últimos en vacunarse




Criar sin azotes: reconocer los síntomas de la ira

Posted: 19 Aug 2010 11:12 AM PDT

ira

Estamos avanzando mucho, la comprensión de la inutilidad de los azotes y el deseo de no perder el control usando recursos pacíficos y empáticos para criar sin azotes a los niños es un primer paso. Hoy nos centraremos en la manera de reconocer los síntomas de la ira que nos puede invadir y que es la causa por la que podemos caer en los azotes o gritos.

Para lograr aprender a controlar el impulso aprendido de imponernos físicamente o corregir mediante el azote a nuestros hijos es una labor que puede resultar complicada, pero que sin duda dará frutos que valen la pena, una infancia más feliz y confiada para nuestros hijos.

Reconocer que nuestros padres y nosotros mismos nos equivocamos es un paso necesario y decidir aprender recursos para manejar las situaciones de conflicto sin que se nos escape la mano o un grito es el segundo paso. La formación y la información son indispensables para embarcarnos en una tarea mucho más importante que los estudios y los trabajos, educar y cuidar a una personita que va a aprender a vivir de nuestra mano.

El primer paso es el más importante

Los padres que quieren aprender a educar sin azotes o gritos pueden temer no ser capaces de lograrlo. Pongámonos en lo peor, que de verdad no seamos capaces de cambiar completamente y vayamos a fallar en el objetivo a veces. Siempre será un avance para nuestros hijos el que modifiquemos un poco la conducta, sabiendo además que si es posible cambiar nos reforzaremos y aprenderemos poco a poco a hacerlo mejor.

Ser conscientes y estar empeñados en no repetir estas pautas con nuestros hijos es el primer paso indispensable.

Una persona que comete un error y lo reconoce como tal ha hecho lo más importante, ya que sin eso no hay cambio posible. Martirizarse o culpabilizarse no sirve de nada, pero si es útil decidir mejorar y no repetir los errores.

Reconocer los síntomas de la ira

Un segundo paso es aprender a reconocer en nosotros mismos los síntomas físicos evidentes de que estamos a punto de perder el control. Es como si algo que está dentro de nosotros, inculcado desde la infancia, fuese a brotar cuando nos vemos sobrepasados, pero su avance no es silencioso, el estallido no es inmediato, y si aprendemos saber reconocer el avance de esa rabia y descontrol podemos pararla a tiempo, antes de que nos domine y nos haga decir o hacer cosas de las que luego nos arrepentimos.

La ira desencadena mecanismos físicos automáticos que también podemos sentir si nos enfadamos con un adulto y que, en ese caso, la mayoría de nosotros si sabemos controlar. La cuestión es que hacia el niño no sentimos esa inhibición y perdemos el control al reproducir el comportamiento que posiblemente tenían nuestros padres o tienen otras personas de nuestro entorno, que justifican y perdonan hacia los niños lo que hacia otro adulto sería motivo de rechazo.

Pero reconociendo la pauta física y estando muy conscientes de no querer dejar que la ira nos domine cuando el desencadenante es nuestro hijo y no otra persona cualquiera, podemos lograrlo.

Los síntomas físicos pueden ser calor, ardor en el pecho, sentir que la sangre te hierve y sube la ira por la garganta, hasta casi cegarte. Todos podemos reconocer estas sensaciones y actuar antes de que llegue el estallido de violencia física o verbal. Incluso si es un grito o un azote, podemos pararlo a tiempo si nos damos cuenta como nos está dominando la rabia.

Fijándonos en esas manifestaciones físicas y siendo muy conscientes de nuestro cuerpo podemos pararlas y usar técnicas que evitan el estallido, dándonos la oportunidad de usar otras estrategias educativas que no sean el pegar un cachete o un chillido, y sobre todo, dándonos la oportunidad de calmarnos nosotros antes de hacer nada. Con las primeras manifestaciones físicas es cuando debemos actuar.

Conclusión

Para lograr criar sin azotes es conveniente formarse y aprender todo lo necesario para convertirnos en los padres que deseemos ser. Los padres no somos perfectos y seguramente vamos a reproducir comportamientos que sufrimos de niños sin ser del todo conscientes de ello e incluso rechanzando que salten estos resortes: gritos, insultos, desprecios, amenazas o chantajes más o menos sutiles.

Hemos comprendido la forma en la que podemos reconocer los síntomas la ira para, posteriormente, ver en los temas siguientes como podemos engañarla y no dejar que nos domine para demostrarnos que es posible criar sin azotes.

En Bebés y más | Criar sin azotes: recursos naturales para prevenir, Los azotes no sirven para nada (III), Educar con respeto (II)




Arrestada por publicar una foto de su bebé con una pipa de marihuana

Posted: 19 Aug 2010 05:22 AM PDT

pipa de marihuana

Por si no teníamos claro que hay que tener cuidado con lo que publicamos en Internet, esta noticia viene a confirmárnoslo. Además, entra en los anales del mal gusto en cuanto a fotos de bebés, porque a una madre no se le ocurrió otra cosa que fotografiar a su bebé con una pipa de marihuana en la boca como si estuviera fumando.

Desde luego la “gracia” le costó un buen disgusto, pues esta madre del centro de Florida (Estados Unidos) que pensó que sería cómico poner una foto de su bebé con una pipa para marihuana en su página en Facebook fue arrestada.

Se trata de una joven de 19 años que fue acusada de posesión de artículos para consumo de drogas. Un residente de Texas que vio la foto llamó a la línea de reportes de abusos infantiles en Florida.

La madre se entregó voluntariamente el 29 de julio y fue dejada en libertad con fianza. El caso ha tenido bastante repercusión mediática en la zona, y un portavoz del Departamento de Niños y Familias del estado ha señalado que el bebé estaba bien y que los análisis de drogas fueron negativos.

En el enlace a la fuente podéis ver la foto en cuestión. Menos mal que estaba apagada la pipa y no echando humo... ¡Pobre bebé! Y si todo fue resultado de un momento de inconsciencia de la madre, ¡vaya susto debió de llevarse ella también! Pero seguro que ahora se lo piensa mejor antes de colocar cualquier cosa en Facebook (y en escoger a sus “amigos”...).

Ya vimos el caso de una madre interrogada por publicar una foto de su bebé con un cigarrillo, y este caso se suma a buen seguro a un número creciente de fotos supuestamente graciosas con bebés en las redes sociales y cualquier lugar más o menos público en Internet.

Los vídeos tampoco se escapan, y podemos encontrar de todo. Pero recordad que lo parece un juego se puede volver en nuestra contra con casos como el de esta madre arrestada por publicar una foto de su bebé con una pipa para marihuana en la boca. Un poquito de cordura, por favor…

Vía | Los Andes
Foto | arturo ponciarelli en Flickr – CC
En Bebés y más | Un niño de dos años fuma 40 cigarrilos diarios, Un niño bebiendo cerveza




No se puede hablar con el chupete puesto

Posted: 18 Aug 2010 11:00 PM PDT

chupete

El título que encabeza estas líneas parece una perogrullada, pero es que tengo la impresión de que muchos padres no parecen darse cuenta de ello.

Ya tenemos que ser bastante expertos los mayores para meternos un chupete en la boca y que se nos entienda, con lo cual podéis imaginar las dificultades que tiene un niño para hablar con el chupete puesto, cuando está aprendiendo sus primeras palabras.

No deja de sorprenderme la imagen de niños que están tranquilos con el chupete colgando y a los que los padres ponen el chupete. Me da la impresión de que sellan sus bocas, cuando no parecen necesitar el chupete ni para tranquilizarse. Cuando los bebés están aprendiendo a hablar, necesitan la boca despejada.

He oído alguna vez papás o mamás que comentan que sus hijos aún no hablan, y no quiero decir que ésta sea la razón, pero en ocasiones ves a esos niños pequeños con el chupete siempre en la boca. ¿No sería más fácil para ellos vocalizar y silabear sin el chupete puesto?

Yo creo que el chupete puede venir muy bien para ocasiones concretas, para que el bebé se calme, porque le ayuda a relajarse y dormir…

Pero si mantenemos el chupete para esas contadas ocasiones, favoreceremos que se inicien en el habla y además probablemente su dependencia del chupete no sea tan grande, con lo cual será más fácil en el futuro que pase a un segundo plano.

Mi hija mayor llevó el chupete mucho más que la pequeña, a la que sólo se lo ofrecemos para dormir (y lo ha aceptado después de varios meses mostrando claras preferencias por el dedo, si no, no se lo hubiéramos ofrecido). Y aunque no he observado diferencias en el inicio del habla, he comprobado que se puede estar en casa, jugando o paseando sin el “pupo” tan tranquilamente.

No se puede hablar con el chupete puesto, así que permitamos que los niños tengan la boca libre para sus gorgoteos, risas, sílabas… y sus primeras palabras no tardarán en llegar. Llegarán de cualquier modo, sí, pero se lo ponemos más fácil.

En Bebés y más | Hablarle al bebé en su mismo idioma, Guía del buen uso del chupete, El exceso de chupete podría provocar retrasos en el habla




Cuando el primer cumpleaños del bebé es el primer aniversario de un momento traumático‏

Posted: 18 Aug 2010 09:00 PM PDT

feliz-cumpleanos.jpg

Lleva más de una semana preparando el primer cumpleaños de su hija. Parece mentira. Han pasado ya doce meses desde que nació y muchos recuerdan el momento de su nacimiento como si fuera ayer. Hoy es el gran día. Paula mira atenta y sonriente a todos los familiares que han acudido a su fiesta, pese a no entender a qué se debe tanto globo, tanta música y tanta comida.

Se apagan las luces, todos miran a la puerta expectantes y mamá se acerca a la mesa con una tarta de cumpleaños gobernada por una solitaria vela encendida con forma de número “1”, sujeto por un conocido personaje infantil.

Todos los asistentes empiezan a cantar al unísono. Paula mira asombrada la luz que se aproxima sin saber muy bien qué debe hacer. “¡Sopla Paula, sopla!” Todos rebosan alegría. Todos excepto una persona: mamá. Ha encendido la vela contenta, ha cogido el pastel expectante, ha caminado varios pasos con él, centrando la mirada en la vela y en ese preciso instante ha pensado “un año ya, un año desde que nació, un año desde que parí”. Y en ese momento, cuando debería sentirse feliz y contenta por el cumpleaños de su hija, siente algo que se clava en su pecho y nota palpitar las cicatrices de su parto, tanto las físicas como las emocionales, en el primer aniversario de un momento demasiado traumático.

Sin embargo, hace de tripas corazón y decide aplazar la aflicción. No es momento para agriarse. Paula no se lo merece.

Llega la noche y Paula duerme. Mamá acaricia su pelo y se fascina viéndola respirar, observando su rostro, sus manos y sus pies, esos perfectos pies pequeñitos que tan a menudo besa cuando le cambia el pañal. Decide retomar lo aplazado, pese a ser consciente de que va a hurgar en una herida demasiado dolorosa, que ha permanecido latente todos estos meses, nada menos que doce. Siente que es hora de pensar en ello y lo hace. Trata de recordar. Trata de representar lo que sucedió el día en que Paula nació, removiendo escombros para hallar pasajes que ella misma había ignorado, evitado y enterrado.

Se ve a sí misma en casa, respirando, cantando, viviendo con las contracciones. Se ve en el coche, camino del hospital, asustada pero contenta, preocupada pero esperanzada, imaginando cómo será su parto y se ve a sí misma tumbada en la cama, atada a los monitores, viviendo las contracciones de la mejor manera que puede.

Pide levantarse. Quiere caminar un poco porque siente dolor en la espalda, además Paula parece pedirle que cambie de posición. “No puedes levantarte. Si te levantas dejaremos de oír el monitor”. Suspira, cambia un poco de posición, y alimenta la esperanza de que todo acabe pronto y bien.

Recuerda con sufrimiento cómo varias personas entran para hacerle varios tactos. Tres, cuatro, quizás más. Ha perdido la cuenta. Ella simplemente hace lo que le dicen, sin embargo no se siente tranquila. Le asusta no saber qué va a pasar.

“Tú marido debe esperar fuera”. Viene la ginecóloga a hacer un nuevo tacto, ya que ve que todo va demasiado lento. Esta vez le duele más, “venga, ya está, no te muevas que esto no es nada”. La ginecóloga se quita el guante, se acerca a su historial y escribe algo mientras ella se baja el camisón. Finalmente se gira. “Te vamos a poner oxitocina para acelerar un poco el parto, ¿vale?, es que no dilatas demasiado. Ya le decimos a tu marido que se vaya a tomar algo mientras te ponemos la epidural”.

Ella sale y Raúl no entra. Es verdad. Le han dicho que se vaya a tomar algo. Mira al techo, asustada, mientras empieza a sentirse culpable por no ser capaz de parir. “Nueve meses del milagro de la gestación y cuando toca culminar el trabajo soy incapaz de llevarlo a cabo”.

Su cuerpo está cada vez más conectado al exterior. A los cables del monitor se suman el catéter de la epidural, conectado a su espalda y el suero con oxitocina unido a su mano. Quiere moverse, pero no lo hace. Aún podría estropearlo más si lo hiciera. Espera sola, inmóvil. ¿Han avisado a Raúl?

Minutos. Unos pocos minutos son suficientes para que el monitor empiece a pitar como un loco. Se abren las puertas rápidamente y entra la ginecóloga y dos comadronas. Hablan entre ellas y no le dicen nada. Escucha las palabras “sufrimiento” y “cesárea” que se le clavan en el pecho como una estaca. Sufre por su hija. ¿Se va a morir? ¿Está bien? ¿Tan mal lo he hecho? “Te vamos a hacer una cesárea, tu hija está haciendo sufrimiento fetal, quizás tenga una vuelta de cordón”. Ella había leído que la oxitocina provoca contracciones tan fuertes que muchos niños no las soportan y empiezan a sufrir y que la vuelta de cordón no suele ser tan problemática. Es igual, prefiere no pensar en ello, porque aún se siente más culpable si lo hace. Llora, tiene miedo y, para colmo, está sola.

Vuelve un instante al presente. Esto es demasiado doloroso. Escucha y siente su corazón palpitando demasiado acelerado. “Tranquila”, se dice a sí misma, “puedes hacerlo, debes hacerlo. Por Paula, por ti”.

Cierra los ojos, escucha su respiración y en su mente vuelve de nuevo al hospital. Está tumbada en la cama, se siente completamente desprotegida, con las pestañas aún húmedas y sin poder siquiera ponerse de pie (“no es que vaya a huir, porque he venido aquí a parir a mi hija, pero es que ni aunque quisiera podría hacerlo”). Observa el techo del pasillo que la lleva al quirófano.

“¿Va todo bien?”, “¿Cómo está mi hija?”. “Tranquila, venga, respira aquí en la mascarilla”. Mira alrededor y ve a mucha gente. Nadie le contesta a sus preguntas. Sólo recibe un “tranquila”, que nada la tranquiliza. Oye voces. Alguien está hablando. “¿Qué dice?”. “Sí, me invitó a cenar. Luego nos fuimos un rato a…”. “Por Dios, ¡están hablando de sus cosas!”

Por fin Paula “nace”, se la enseñan un momento y se la llevan. Qué guapa… “¿Está bien?”. La oye llorar y eso la tranquiliza, porque sabe que está viva. “¿Y mi niña, dónde está?”. Quiere estar con ella, quiere abrazarla, quiere… “Te vamos a llevar a reanimación. Tu hija se quedará aquí en planta”. “Pero, ¿está bien?”. No sabe, no contesta.

Las separan. Ella no quiere. Necesita estar con ella, sentir su calor y cómo se mueve en su cuerpo, tal y como estaba sintiendo hace unos minutos, pero no, las separan. Ella se queda sola, tumbada, con una extraña sensación de no haber parido todavía. Bueno, es que de hecho es verdad, piensa, “no he parido”.

Pregunta por Raúl, “¿Sabe él todo esto”? “Creo que sí”, le responden. “Y mi hija, ¿está viva?”

Vuelve al presente y se permite llorar. Esta vez sí. No quiere ahogar las lágrimas. No quiere retirarlas de su rostro. Prefiere dejar que salga todo. Prefiere sentirse miserable, tocada y hundida. Quizás así, tras la tormenta, llegue la calma.

“¿En qué momento perdí el control?”, se dice a sí misma. “Quizás cuando permití que me hicieran tantos tactos, provocándome rigidez en el cuello del útero. Quizás cuando accedí a que me pusieran un enema, pese a que es recomendable que el bebé se contamine de mis microorganismos. Quizás cuando les dejé que me tuvieran todo el día tumbada, pese a que mi cuerpo me pedía caminar. Quizás cuando dejé que aceleraran el parto porque ‘estaba dilatando poco’. Quizás cuando me sentí abandonada y sola, cuando nadie me abrazó ni me dio la mano. Quizás cuando nadie me explicó nada de lo que estaba pasando y pensaba que podía perder a mi hija. Quizás cuando mi hija pasó dos horas sin mí, en una cunita, nada más nacer. Quizás cuando quise darle el pecho y nadie me ayudaba, a pesar de que me hacía mucho daño y se me hicieron grietas. Quizás cuando todos podían cogerla y cambiarle el pañal y ella tenía que sonreír inmóvil desde la cama, sintiéndose inútil por no ser capaz de coger a su hija en brazos. A saber.”

Ya ha pasado un año y mamá ha decidido que debe pasar página. Recuerda incluso aquellos días en que evitaba pasar por delante del hospital, incluso en coche, para no tener que recordar. Necesita saber que no falló. Necesita saber que, a pesar de todo, es mujer.

¿No debería ser el primer cumpleaños de tu hija un día mágico? Sí, por supuesto, pero a veces es el primer aniversario de un momento demasiado traumático.

Foto | Flickr – troykelly
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